En las tardes lánguidas del invierno
cuando las garras de la soledad
desgarran el rostro a la oscuridad
y el paso del tiempo se vuelve
eterno.
Los recuerdos de aquel amor
tirano
llena mi pecho de felicidad
y con reproches y nocturnidad
abro las sietes puertas del
infierno.
Le arranco las uñas negras al
viento
que altanero baja veloz del monte
para besar tu boca con pasión
y olvidar el terrible sufrimiento
que a veces nos hace perder el
norte
cerrando los ojos de la razón.
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